'Longlegs' - Las piernas largas (y el tronco corto)
Al igual que ya lo era 'Gretel y Hansel: Un oscuro cuento de hadas', la última película de Oz Perkins es tono y atmósfera. Literalmente, porque no hay gran cosa aparte de tono y atmósfera en este thriller estético e insustancial mucho más cercano, en cuerpo y alma, al cine de terror que al de suspense. Tono, atmósfera y por descontado Nicolas Cage, en otro de esos papeles extremos y para la posteridad que acrecientan aún más si cabe su leyenda (a pesar de su burda caracterización a lo Joaquín Reyes en 'La hora chanante').
Todo en 'Longlegs' está al servicio de una puesta en escena de la que depende y que la canibaliza por completo, en una película tan ornamental y distinguida como superficial, frívola y profundamente esteticista donde la forma gana por goleada al fondo. Un fondo marcado por la relativa vagueza de un guión que apenas desarrolla ninguno de sus elementos, y que incluso es incapaz de explicarse por sí mismo. Relativa, porque es verdad que las intenciones de Perkins no pasan por desarrollar, sino tan sólo por exponer.
Diría "transmitir" sino fuera por lo mucho que le cuesta transmitir algo más que indiferencia, toda vez que el film no tarda en revelarse, una vez vemos el rostro de "Longlegs", como un artificio pretencioso bien rodado pero poco incisivo o sorprendente al que le falta mordacidad y le sobra marketing. Incluso sus teóricos (y escasos) momentos de impacto carecen de fuerza salvo uno, en el que Cage vuelve a dar la cara por la película. Una película, tono y atmósfera que no se sobreponen a la escasa presencia en pantalla de Cage.
Y eso que su participación, no más de 15 minutos, en verdad acaba siendo algo anecdótica. Como lo era la mencionada 'Gretel y Hansel' o lo acaba siendo esta 'Longlegs', una obra con ínfulas, potencial inexplorado y varada en su tono y atmosfera que fia su suerte a una buena presencia bajo la que parece no haber más que dicha presencia. Una suerte de predecible huevo Kinder que no trae regalo, y que a falta de algo sustancial nos deja con atónita indiferencia desimantada y ganas de ir a cualquier sitio a comer un bocadillo.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Comentarios
Publicar un comentario